Luciano Figueroa es la síntesis de lo que vivió Central ante los jujeños. (foto: Alfredo Celoria)
Central volvió a jugar mal y perdió ante Gimnasia
Por Mariano Bereznicki / La Capital
Vaya manera de despedir el año ante su gente. Pensar que Central venía sacando chapa de ganador en Arroyito. Pero anoche hizo todo al revés. Y terminó retrocediendo por mérito propio un gran casillero en su irregular andar. El canalla fue una sombra. Fue incapaz de quebrantar la combativa resistencia de Gimnasia, que con poco le metió un certero golpe a la ilusión. El canalla no tuvo acción ni reacción. Y el Gigante terminó transformándose en un gran hervidero pasional como consecuencia de la flojita exhibición que brindó la mayoría de los protagonistas auriazules.
Está claro que así no logrará pisar fuerte en la B Nacional como pretende. Prolongó la magra imagen que venía de dejar ante Unión y sembró más dudas de cara al futuro cercano. Central sigue buscando su destino. Con algunos aciertos, pero también con muchos errores. Esos mismos que hoy en día lo están condenando a la mediocridad deportiva, pese al esfuerzo colectivo por tratar de revertir el pésimo presente.
El canalla se mostró filoso de movida ante un pasivo Lobo. Lo atacó por cielo y tierra. Pero no podía vulnerar a la última línea jujeña, que daba la sensación de que si lo apretaban un poquito más se desmoronaba. Carrizo amagaba y generaba juego. El juvenil fue protagonista de dos claras chances que casi terminan en festejo, pese a que el cabezazo de Shaffer se terminó perdiendo por poco y el remate de Figueroa fue capturado en dos tiempos por Bangardino.
Pintaba un final feliz. Con las tribunas multicolores a full y un equipo que se mostraba ordenado y desplegaba un juego ofensivo. Aunque pasado los 20 minutos llegó lo impensado. Yedro le entró al balón desde su campo con más compromiso que convicción y la mandó al territorio canalla. Balvorín aprovechó la lenta e interminable reacción de Peppino y definió ante la salida en vano de un Broun que pareció quedar sorprendido por esa fugaz entrada del experimentando goleador. El Gigante comenzó a derrumbarse desde lo anímico.
Ese cachetazo caló hondo en Central. Lo lastimó internamente. Porque algunos jugadores comenzaron a dejarse llevar por la impotencia que a esa altura generaba la imposibilidad de ser. Y así Tony Medina recibió una certera expulsión por entrarle duro a Balvorín, que reaccionó y también se terminó yendo a las duchas. Central había perdido, quizá, al jugador más incisivo que tenía en ofensiva.
Mientras tanto, a esa altura, del otro lado de la línea imaginaria, Gimnasia parecía estar hecho con poco. Se había encontrado con un regalo y lo había aprovechado. Pensaba más en su vuelta con los bolsillos llenos que de generarle peligro al dueño de casa, que estaba acechado por la presión interna que bajaba con intensidad de las cuatro tribunas. Aunque antes de irse al descanso, el Lobo casi hace bingo. Nildo Carretero dejó clavado a Peppino y definió por arriba de Broun, quien rápido de reflejos alcanzó a desviar a la pelota del objetivo inicial hacia el córner. Si bien el canalla respondió con un taco de Ballini a la salida de un tiro de esquina lanzado por el Kily González, lo cierto es que se fue al descanso en desventaja y sin dejar señales de reaccionar.
El complemento no varió. Central fue un puñado de voluntad. Pero careció de precisión y de patrón de juego para tratar de empardar las acciones. No había señales de progreso. Las veces que atacó lo hizo prácticamente por inercia. Se veía venir el peor desenlace. El tiempo se consumía como la voluntad canalla. Y eso le hizo saltar la térmica al pueblo auriazul (ver página 4), que terminó dejando el Gigante con desazón por la derrota y por la floja labor que realizó su equipo en su despedida como anfitrión.
Bronca desatada
La marcha de la bronca. Ni más, ni menos. Esa imagen fue la bandera de despedida de los hinchas canallas de un Gigante de Arroyito que volvieron a ser testigos de un porrazo. Duro. De los más duros. Ante un rival que propuso poco y nada, pero que igual se las ingenió para exponer al máximo las limitaciones de un equipo que se fue fuertemente resistido por la totalidad del estadio. Tanto cuando dejaron el campo de juego tras el pitazo final de Beligoy, como cuando ya estaban en el interior del vestuario. Los dirigentes también recibieron sus críticas y la noche terminó con piedrazos a algunos autos.
Los murmullos fueron uniformes, desde que Balvorín marcó el gol del equipo jujeño hasta el final del partido. Algunos futbolistas recibieron más insultos que otros, pero el repudio fue más que generalizado. Y cuando el Kily González aconsejó levantar los brazos para saludar a los hinchas, la explosión adversa se hizo gigante.
En fila india los futbolistas tuvieron que entrar prácticamente corriendo al túnel ante la hostilidad de los hinchas, pero el disgusto se hizo visible y palpable en la zona de vestuarios, donde un grupo de simpatizantes se apostó para descargar la bronca contenida.
“Con Central no se jode”, fue uno de los cánticos dirigidos hacia el camarín local. Y, claro está, fue uno de los más livianitos. La locura se vio reflejada hasta en algunos hinchas que intentaron responsabilizar de este mal presente a algunos periodistas que aguardaban por los protagonistas.
Mientras Rivoira daba la conferencia de prensa y les decía a los hinchas que “esto no lo saben pero dentro del vestuario hay varios jugadores que están llorando porque son los primeros doloridos”, el grupo de hinchas se fue raleando pero igual seguía insultando.
Hasta ahí no había pasado de la cuestión verbal, pero algunos arrojaron piedras a los autos estacionados de algunos jugadores, aunque la policía los fue “invitando” a salir del lugar del camping y la cuestión no pasó a mayores.Y tras varios minutos, los jugadores salieron en fila india y sin hablar. Se fueron en sus vehículos. Un triste final. l
La Capital
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